*LAS NINFAS ONDINAS

La ondina pertenece al elemento sutil del agua y, hasta donde llega mi experiencia, jamás se halla muy alejada de océanos,. lagos, ríos y cascadas.
Tiene forma claramente femenina, está siempre desnuda, por lo común carece de alas y sólo en raras ocasiones lleva alguna clase de adorno. Su forma, diminuta o de estatura humana, es arrebatadamente bella, y sus movimientos están llenos de gracia. La cascada es uno de sus lugares favoritos y allí se la verá divertirse, a menudo con un grupo de espíritus del agua, disfrutando al máximo las fuerzas magnéticas de la cascada.
Aparentemente, hay períodos durante los cuales la ondina se retira de la vida intensa y externa en la que se la encuentra con más frecuencia, y halla cierta calma y reposo en los abismos silenciosos y fríos debajo de las cascadas o en las extensiones más tranquilas de los ríos, al igual que en los lagos.
Esta vida pacífica debajo de las aguas está en marcado contraste con la tividad y júbilo intensos que manifiesta en medio de las aguas que caen y de la espuma iluminada por el Sol.
Los tres procesos fundamentales de la Naturaleza -la absorción, la asimilación y la descarga- están expresados plenamente en la vida exterior de la ondina; en verdad, puede decirse que esa vida consiste en una repetición continua de esos tres procesos.
Apoyada en medio de la espuma, o en el centro de un torrente que corre hacia abajo, ella absorbe gradualmente la energía vital de la luz solar y del magnetismo de la cascada.
Al llegar al límite de absorción, en un destello enceguecedor de luz y color, libera la energía con que se sobrecargó. En ese momento mágico de liberación, experimenta un éxtasis y una exaltación más allá de todo lo que es normalmente posible a los meros mortales que moran en la prisión de la carne.
La expresión del rostro, y particularmente de los ojos, es bella, trascendiendo todo lo descriptible. El rostro expresa arrebatado júbilo y sensación de elevada vitalidad y poder, mientras sus ojos destellan con deslumbrante resplandor.
Todo el porte, la forma perfecta y el brillante esplendor de !a radiación áuríca se combinan para producir una visión de belleza encantadora. Este estado es seguido de inmediato por otro de goce ensoñador, en el que la consciencia se retira en gran medida del mundo físico y de su contraparte etérica, centrándose en el mundo astral.
El cuerpo etérico de la ondina se torna vago e indefinido durante ese lapso hasta que luego de disfrutar y asimilar toda la experiencia, reaparece, repitiéndose el proceso triple. Después de un tiempo retorna a la quietud de los abismos del agua.
*GABY
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